sábado, 18 de noviembre de 2017

María, Medianera de todas las gracias en las palabras de los santos


         ¿Por qué la Virgen lleva el título de “Medianera de todas las gracias”? Nos lo explican los santos de la Iglesia Católica.
         El Papa Pío X[1] dice así: “La Santísima Virgen es Dispensadora universal de todas las gracias, tanto por su divina Maternidad, que las obtiene de su Hijo, como por su Maternidad espiritual, que las distribuye entre sus otros hijos, los hombres. Para el Papa Pío X, la Virgen es Mediadora de todas las gracias porque es doblemente Madre: al ser Madre de Dios Hijo, y al ser su Hijo la Gracia Increada, obtiene de su Hijo todas las gracias necesarias para la salvación de los hombres; al ser espiritualmente Madre de todos los hombres, distribuye estas gracias entre ellos, así como una madre amorosa distribuye entre sus hijos el alimento y la ternura materna. Por esta razón, dice el Papa, la Virgen está “subordinada a Cristo” por voluntad divina, hecho que la convierte en Corredentora –distribuye las gracias que su Hijo mereció para nosotros en la Cruz- y Dispensadora “con alcance universal y para siempre”: “Esto lo hace subordinada a Cristo, pero de manera inmediata. Y ello por una específica y singular determinación de la voluntad de Dios, que ha querido otorgar a María esta doble función: ser Corredentora y Dispensadora, con alcance universal y para siempre”.
         San Bernardo[2] afirma que María es nuestra Mediadora porque, con Ella, viene Jesús, que es la Divina Misericordia encarnada. Es decir, cuando la Virgen entra en una casa, entra con Ella su Hijo –donde está la Madre está el Hijo y donde está el Hijo está la Madre-, significando “casa”, en este caso, no tanto el edificio material, sino el cuerpo y el alma del cristiano, convertidos en “templo del Espíritu Santo” por la gracia santificante: “María es nuestra mediadora, por ella recibimos, ¡oh Dios mío! tu misericordia, por ella recibimos al Señor Jesús en nuestras casas. Porque cada uno de nosotros tiene su casa y su castillo, y la Sabiduría llama a las puertas de cada uno; si alguna la abre, entrará y cenará con él”. Dice San Bernardo que si alguien abre las puertas de su alma a la Virgen, recibirá con Ella a la Divina Sabiduría, que es Jesús, y así se cumplirán las palabras del Apocalipsis, esto es, que “Dios cenará con el alma y el alma con Dios”  (cfr. Ap 3, 20). María es Mediadora de todas las gracias, en palabras de San Bernardo, porque con Ella viene Aquél que es la Gracia Increada, Cristo Jesús.
         El mismo santo[3] sostiene que veneramos a María con todo el amor del que somos capaces, porque eso es lo que Dios quiere, ya que eligió a María para que fuera Ella por quien “recibiéramos todo”: “Con todo lo íntimo de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es su voluntad para bien nuestro”. Al amar y venerar a la Virgen, cumplimos la voluntad de Dios, y así nos llegan las gracias espirituales provenientes de la Divina Bondad: “Mirando en todo y siempre al bien de los necesitados, consuela nuestro temor, excita nuestra fe, fortalece nuestra esperanza, disipa nuestra desconfianza y anima nuestra pusilanimidad”.
         También sostiene San Bernardo[4] que Dios podría infundirnos su gracia sin la Virgen, pero fue su voluntad divina la que quiso que María fuera “el acueducto” por el cual nos llegaran todas las gracias: “No le faltaba a Dios, ciertamente, poder para infundirnos la gracia sin valerse de este acueducto, sí Él hubiera querido, pero quiso proveerse de ella por este conducto”. Si pensamos el alma como un jardín cerrado que subsiste por un manantial de agua cristalina que le provee del agua que necesita para no morir, y esta agua viene desde el manantial por un acueducto, el manantial de agua es el Corazón de Jesús, Fuente inagotable y la Gracia Increada en sí misma, y el acueducto es la Virgen.
         Por María nos vienen todas las gracias y también por Ella nos viene la gracia de ofrecer a Dios lo poco bueno que podamos hacer -siempre con la ayuda de Dios-; por esta razón, debemos ofrecer al Señor nuestras oraciones, sacrificios y obras buenas, no por nosotros mismos, sino por manos de María, y este deseo es ya una gracia que nos viene por María: “Aquello poco que desees ofrecer, procura depositarlo en manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa”[5].
         Jesús es el Mediador ante el Padre, pero la Virgen es la Mediadora ante Jesús, Dios Hijo, y la Única digna que puede desempeñar tan grande oficio es la Virgen[6]: “Ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre todas las mujeres, pues se ve claramente el papel que desempeña en la obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de este Mediador, y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María.
         Dios, que es la Divina Misericordia, es el tesoro del alma y la Virgen, Madre de la Divina Misericordia, es el tesoro de Dios, además de ser la tesorera “de todas las misericordias que Dios nos quiere dispensar”, según San Alfonso[7]: “María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar”.
         No hay gracia que no sea concedida por medio de María, por lo que siempre que necesitemos una gracia, por grande o pequeña que sea, no debemos dejar de recurrir a María Santísima, dice el Santo Cura de Ars[8]: “Siempre que tengamos que pedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados”.
         Por último, San Josemaría Escrivá[9], trae a la memoria el recuerdo de aquellas madres amorosas que se alegran por las muestras de amor de sus hijos, por pequeñas que sean estas muestras: si esto sucede con las madres de la tierra, ¡cuánto más con la Madre de Dios y Madre nuestra!: “Las madres no contabilizan los detalles de cariño que sus hijos les demuestran; no pesan ni miden con criterios mezquinos. Una pequeña muestra de amor la saborean como miel, y se vuelcan concediendo mucho más de lo que reciben. Si así reaccionan las madres buenas de la tierra, imaginaos lo que podremos esperar de nuestra Madre Santa María”.
         He aquí entonces, las razones por las cuales la Virgen es Mediadora de todas las gracias, en las palabras de los santos.



[1] Encíclica Ad diem illum laetissimum, 4 de febrero de 1904.
[2] Cfr. Homilía en la Asunción de la Beatísima Virgen María, 2, 2.
[3] Cfr. San Bernardo, Homilía en la Natividad de la Beatísima Virgen María, 7.
[4] Cfr. Homilía en la Natividad de la Beatísima Virgen María, 17.
[5] Cfr. San Bernardo, Homilía en la Natividad de la Beatísima Virgen María, 18.
[6] Cfr. San Bernardo, Homilía para el Domingo infraoctava de la Asunción, 2.
[7] Cfr. San Alfonso María de Ligorio, Visitas al Santísimo Sacramento, 25.
[8] Sermón sobre la pureza.
[9] Amigos de Dios, 280.

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