jueves, 26 de octubre de 2017

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya



Historia de la devoción.[1]

En el año 79 de la era cristiana ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya, ubicada en el sur de Italia. En esa ciudad, la aristocracia romana acudía para pasar tiempo de recreo y fue allí en donde fue sorprendida por la súbita destrucción, ocasionada por la lava del volcán, que cayó de improviso sobre toda la ciudad.
A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de esas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no se habrían de celebrar misas en la capilla, y descubrió además, con mucha pena, que muy pocos de los católicos seguían firmes en la fe. Es decir, muchos católicos, a pesar de haber sido bautizados y de haber recibido los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación, vivían en realidad como paganos, porque no se confesaban, no rezaban, no asistían a misa el día del precepto, el Domingo, y además rendían cultos a ídolos falsos. Esto suponía, como se dio cuenta el Beato, que muchas almas estaban en peligro de eterna condenación, porque quien no se confiesa no puede subsistir ante la tentación y cae en pecado mortal y quien muere en pecado mortal, se condena irremediablemente en el Infierno.
Confirmando sus temores, una noche, el Beato Longo vio en sueños a un amigo suyo que había fallecido años atrás; en el sueño le dijo: “Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. Es decir, a través de su amigo que se le apareció en sueños, la Virgen confirmaba lo que el Beato había presentido, que las almas estaban en peligro de eterna condenación, por eso es que su amigo le dice: “Salva a esta gente”, y salvarla, quería significar que no había que salvarlas de crisis existenciales, ni de crisis económicas, sino del verdadero peligro, frente al cual los más grandes peligros de la tierra son nada, y es el peligro de la eterna condenación. Pero en el mismo sueño, la Virgen le da al Beato el arma espiritual con la cual esas almas habrían de salvarse y era el Santo Rosario, por eso es que su amigo le dice en sueños: “Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan”. A partir de entonces, el Beato Bartolo Longo comenzó un gran apostolado en favor del Rosario, haciendo traer de Nápoles muchos Rosarios para repartir y difundiendo además el modo de rezarlo. Pero no solo se dedicó a propagar el Rosario, sino a construir el lugar en donde habría de ser rezado, y es así que el Beato inició la tarea de reparar la capilla y de construir el actual santuario. Allí empezó a acudir la gente para rezar el Rosario, cada vez en mayor número.
En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. La obra fue puesta sobre el altar del Templo, comenzando a obrar la sagrada imagen, desde entonces y hasta el día de hoy, innumerables milagros.
El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.

         Significado espiritual de la devoción.

         Por un lado, en la historia de Nuestra Señora de Pompeya vemos el amor de la Virgen por sus hijos, aún los más pecadores, aun los que más alejados están de Dios, porque Bartolo Longo era sacerdote satanista, estaba al servicio del Demonio, y aun así, la Virgen le concede la gracia del arrepentimiento, de la conversión y del regreso al Único y Verdadero Dios, Cristo Jesús, lo cual indica que no importa cuán alejado de Dios esté el alma, siempre la Virgen lo amará y lo buscará, como Madre amorosa que es, para conducirlo por el camino del arrepentimiento y del regreso a su Hijo Jesús. El satanismo, así como el esoterismo, el ocultismo, la brujería, la hechicería, son los pecados más graves de todos, porque el alma adora al Príncipe de las tinieblas, el Demonio, en vez de adorar a Dios Uno y Trino. El alma que practica estas cosas, cree que no le sucederá nada, pero no se da cuenta que está atrapada en las garras del Demonio, de las cuales es imposible escapar con las solas fuerzas humanas o angélicas. Solo Nuestro Señor Jesucristo y su Madre, María Santísima, pueden librarnos de las garras del Ángel caído, y de no mediar una intervención sobrenatural, el alma se condena irremediablemente. Esto es lo que sucede a quienes brindan culto supersticioso a ídolos demoníacos como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, San La Muerte, porque detrás de estos ídolos se encuentra el Demonio en persona. La historia del Beato Bartolo Longo es un rayo de luz y de esperanza para quienes, habiéndose entregado de lleno a las prácticas del satanismo, del ocultismo, de la magia, de la brujería, de la superstición, pueden sin embargo escapar del dominio del Demonio, con tal de que respondan a la gracia de la conversión que concede la Virgen, Mediadora de todas las gracias. Pero no solo es rayo de esperanza para quienes se han entregado a estas prácticas oscuras, sino también para todo pecador, porque el centro de la devoción es el rezo del Santo Rosario y el Santo Rosario es un camino fácil y rápido para lograr el objetivo de esta vida, que es la santidad, porque por el Santo Rosario, la Virgen configura los corazones de quienes lo recitan, en imágenes vivientes de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Entonces, como devotos de Nuestra Señora de Pompeya, propongámonos rezar el Santo Rosario, la oración que más le agrada a la Virgen y por la cual obtenemos la gracia de la conversión y de la configuración a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Nadie puede decirse verdadero devoto de Nuestra Señora de Pompeya, sino reza el Santo Rosario, todos los días de su vida.

        
        



[1] Cfr. http://www.corazones.org/maria/rosario_pompeya.htm

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