martes, 6 de diciembre de 2016

Novena a la Inmaculada Concepción 2016 6


Uno de los aspectos de las apariciones de la Virgen como la Inmaculada Concepción, es el de la penitencia, acto espiritual –interior- y corporal –exterior- necesario para la conversión de los pecadores.
En una de las apariciones, la del día Jueves 25 de febrero, la Virgen indicará, a Bernardita y a toda la Iglesia, uno de los modos de hacer esta penitencia, y es la auto-humillación. En efecto, la Virgen le dice así a Santa Bernardita: “(la Virgen) me dijo que fuera a beber a la fuente […] no encontré más que un poco de agua fangosa. Al cuarto intento, conseguí beber; me mandó también que comiera hierba que había cerca de la fuente, luego la visión desapareció y me marché”.
Las personas que veían la escena pensaban que Santa Bernardita no estaba en su sano juicio y es así que le dijeron: “¿Sabes que la gente cree que estás loca por hacer tales cosas?”. Ante esta situación, Bernardita simplemente respondió: “Es por los pecadores”. Lo que debemos considerar en esta situación es que, por un lado, a Bernardita la trataron de “loca” literalmente; por otro lado, hay que considerar que si lo hizo Bernardita, fue por expresas indicaciones de la Virgen, lo cual quiere decir que la Virgen le enseñó a Bernardita la auto-humillación, como forma de imitar a Jesús, humillado en la Pasión. Es decir, la humillación de Santa Bernardita tenía como fin el participar a la humillación de Jesús en la Pasión, llevada a cabo por Él para obtener nuestra conversión y salvación.
La auto-humillación es una penitencia que asemeja al alma a Jesús, porque Jesús se auto-humilló de numerosas maneras, comenzando por la misma Encarnación. Jesús se auto-humilló en la Encarnación, porque siendo Dios, y sin dejar de ser Dios, se encarnó en una naturaleza tan inferior, como la nuestra, y no solo, sino que estaba contaminada por el pecado, aunque al encarnarse no asumió el pecado, sino lo que no estaba por éste contaminado.
Jesús se auto-humilló en la Última Cena, al asumir una tarea de esclavos, como es el lavado de pies a sus propios discípulos, y además, al arrodillarse delante de ellos, incluido Judas Iscariote, el traidor, como implorándole su amor, y suplicándole que se arrepienta y que no se condene en el Infierno.
Jesús se auto-humilló en la Pasión, permitiendo que seres tan inferiores y despreciables, como somos los humanos, lo apresáramos, para luego someterlo a un juicio inicuo, condenándolo a muerte, como si fuera el peor de los reos, a Él, que era el Cordero Inmaculado, el Cordero Tres veces Santo, el Hijo del Dios Altísimo, que se encarnaba para morir en la cruz por nuestra salvación.
La auto-humillación, entonces, y también las humillaciones que podamos sufrir por parte de nuestros prójimos, son formas excelentísimas de penitencia porque, unidas a las humillaciones sufridas voluntariamente por Jesús en la Pasión, nos obtienen nuestra propia santificación y nos consiguen la salvación de incontables almas y la conversión de numerosos pecadores. Éste es, entonces, otro de los mensajes dados por Nuestra Señora, la Madre de Dios, al aparecerse como la Inmaculada Concepción a Santa Bernardita.


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