martes, 27 de octubre de 2015

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya


         La vida del Beato Bartolo Longo es un ejemplo de la inmensidad del amor maternal de María Santísima por todos y cada uno de sus hijos, incluidos, en primer lugar, aquellos que están más alejados de Dios y de su Amor misericordioso. El Beato, no siempre fue beato y aún más, puede decirse que antes de su conversión, no hubo prácticamente pecado que no hubiera cometido, incluidos los más graves de todos, como la superstición, la brujería y el espiritismo, el ateísmo teórico y práctico y el rechazo a la Iglesia. En efecto, en su juventud, se dejó llevar por las corrientes de pensamientos anti-cristianos de la época, principalmente la filosofía de Hegel y el racionalismo de Renán, negadores de todo  lo sobrenatural y, en el fondo, propiciadores de un gnosticismo que termina endiosando al hombre. Además de eso, el beato Longo se dedicó a la práctica de pecados abominables, como el satanismo, la brujería y el espiritismo, llegando incluso a ser “médium” espiritista de primer rango y sacerdote espiritista (recordemos que el espiritismo es una grave desviación de la religión, que consiste en la invocación de los muertos, y es una de las cosas prohibidas explícitamente por Dios en la Escritura y también por la Iglesia Católica[1]). El espiritismo es un pecado mortal y esa es la razón por la cual está expresamente prohibido en la Escritura: además, cuando no se trata de fraude, en las sesiones espiritistas interviene directamente el demonio y quienes lo practican, quedan expuestos a la infestación, la obsesión e incluso la posesión diabólica. La Iglesia no lo prohíbe en vano, sino por el bien de las almas y la salud espiritual de sus hijos.
La práctica del espiritismo y la profesión de ideas anti-cristianas, sumado a una vida disoluta, caracterizada por las diversiones mundanas y las continuas fiestas, llevaron al joven Longo a aborrecer a Dios y a la Iglesia, puesto que el espíritu del mundo es totalmente opuesto al Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. Como el joven Longo estaba imbuido del espíritu del mundo, se oponía radicalmente al Espíritu de Dios y a las enseñanzas de la Iglesia, llegando incluso a escribir en contra de la Esposa de Cristo. Sin embargo, la Virgen no iba a abandonarlo: a pesar, o más bien, por el hecho de ser, enemigo de su Hijo, la Virgen lo buscó y lo esperó incansablemente que llegase el momento propicio para su conversión, la cual tuvo lugar el día del Sagrado Corazón de Jesús de 1865, en la Iglesia del Rosario de Nápoles. Ese día, la Virgen le concedió, al Beato Bartolo Longo, quien hasta ese momento había sido enemigo encarnizado de su Hijo, la gracia de la conversión, infundiéndole un gran amor hacia Ella y hacia el Santo Rosario; a partir de ese bienaventurado momento, luego de ser tocado su corazón por la gracia maternal de María Santísima, el beato inició un cambio radical de vida[2], abandonando su pensamiento anti-cristiano, su culto diabólico y su aborrecimiento por la Iglesia, dedicándose a realizar obras de caridad y a difundir la devoción a Nuestra Señora del Rosario, construyéndole uno de los más hermosos santuarios marianos de la cristiandad, el actual Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya.
Es decir, de ser satanista, espiritista, médium, pensador anti-cristiano, el beato Bartolo Longo pasó a ser uno de los más grandes santos de la Iglesia; de estar sumergido en las negras tinieblas espirituales, pasó a estar iluminado por la luz del Espíritu Santo; de ser esclavo de Satanás, pasó a ser hijo adoptivo y muy querido de Dios, libre en Cristo Jesús y todo por el amor maternal de María Santísima, que movió cielos y tierra, literalmente, para acudir en auxilio y rescate de su hijo Bartolo, que se había extraviado. Es por eso que él mismo dice así en su auto-biografía[3]: “(…) no puede haber ningún pecador tan perdido, ni alma esclavizada por el despiadado enemigo del hombre, Satanás, que no pueda salvarse por la virtud y eficacia admirable del santísimo Rosario de María, aferrándose de esa cadena misteriosa que nos tiende desde el cielo la Reina misericordiosísima de las místicas rosas para salvar a los tristes náufragos de este borrascosísimo mar del mundo”[4].
Como él mismo lo dice, la Santísima Virgen María, a través del Santo Rosario, lo rescató de su perdición, de su condición de ser esclavo de Satanás, para conducirlo a las más altas cumbres de la santidad, del amor y de la amistad con su Hijo, el Sagrado Corazón de Jesús; a través de la Virgen, Dios rescató a un hombre pecador para que difundiera su gloria y su amor misericordioso, por medio del amor y la devoción a la Santísima Virgen y la "misterio cadena de rosas místicas", el Rosario. Una vez rescatado de las más profundas tinieblas, el Beato Bartolo Longo se convirtió en uno de los más fervientes devotos de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, contribuyendo con esta devoción a la salvación de numerosísimas almas. El Beato se dedicó a la construcción del santuario, de las obras de misericordia y de la difusión del rezo del Santo Rosario, sobre todo mediante la “Devoción a los Quince Sábados”, que consiste en prometerle a Dios el rezo de un Rosario por 15 sábados consecutivos, en memoria de los 15 misterios del Rosario, con el fin de honrar a la Santísima Virgen y obtener por su mediación alguna gracia especial[5].
 Que el Beato Bartolo Longo interceda para que, al igual que sucedió con él, sintamos y experimentemos el amor maternal de María Santísima y que Nuestra Señora del Rosario de Pompeya no deje de obrar milagros en nuestras vidas. A cambio, le prometamos el rezo agradecido del Santo Rosario en su honor.





[1] El “Catecismo de la Iglesia Católica” dice así: “n. 2116. Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone ‘desvelan’ el porvenir (cf. Dt 18,10; Jr 29,8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo y la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”. N. 2117. Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo –aunque sea para procurar la salud–, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aun cuando van acompañadas de la intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo indica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él”.
[2] En este proceso, fueron instrumentos de Dios especialmente dos personas: un profesor amigo (Vincenzo Pepe) y un sacerdote dominico (el Padre Alberto Radente). Cfr. http://forosdelavirgen.org/321/nuestra-senora-del-rosario-de-pompeya-italia-7-de-octubre/
[3] Historia del Santuario de Pompeya.
[4] http://www.dominicos.org/grandes-figuras/santos/beato-bartolome-longo

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