miércoles, 17 de diciembre de 2014

Madre de Dios, Madre de Luz


       María da a luz en la noche, en un oscuro establo de Belén. Sólo la luz de la luna y de las estrellas, más la lumbre de un pequeño candelabro, alumbran la escena en la cual el Hombre-Dios viene al mundo. La noche, producto de la ausencia de luz del sol, es símbolo de otra noche y de otras tinieblas, mucho más oscuras y temibles, la noche que oscurece los corazones de los hombres.
         María da a luz en la noche, pero lo que a luz María no es un simple niño humano: tiene forma humana, llora, balbucea, tirita de frío como un niño humano, pero no es un niño humano. ¡Es Dios! ¡Ese Niño, que llora y tiembla de frío, ese Niño, que busca con sus bracitos y sus manitas la dulce protección de su amada Madre, es Dios! ¡Ese Niño, que apenas puede ver a su Madre en las penumbras de la noche y en las sombras del establo, es Dios! ¡Ese Niño, que casi no puede distinguir entre las penumbras y la débil luz de la candela del establo, es Dios! ¡Y la Virgen es su Madre!
         Pero, ¿no resulta una paradoja que, si ese Niño es Dios, deba nacer envuelto en la oscuridad? ¿Acaso Dios no es luz? ¿Acaso ese Niño, nacido de la Virgen Madre, no es el Apocalipsis del Cordero? ¿Y el Apocalipsis del Cordero, no es la luz de los cielos: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la alumbren, pues la gloria de Dios le dio su luz, y su lumbrera es el Cordero” (cfr. Ap 21, 23)?
         Si este Niño, que es luz, nace de María Virgen, es porque su Madre también es luz: la Virgen es luz, está inhabitada por la luz, por la luz del Espíritu Santo, la Persona-luz de la Trinidad.
         María es Madre de Dios, pero también es Madre de Luz[1], porque su Hijo es luz, y Ella también es luz, porque está inhabitada por la misma luz que es su Hijo y su Espíritu.
         ¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, ilumina al mundo con la luz divina de tu Hijo amado!
         ¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, ilumina las almas con tu Hijo crucificado!
         ¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, iluminaste al mundo en Belén, dando nacimiento a la luz del mundo, tu Hijo Jesucristo!
         ¡María, Madre de Dios y Madre de Luz, continúas iluminando al mundo engendrando en tu seno virgen, el altar, a la luz del mundo, Jesús Eucaristía!
         ¡Oh milagroso asombroso, divino esplendor salido del Padre: en Belén nació de María Virgen, el Niño Luz, Dios hecho Infante, para iluminar las tinieblas de la tierra, y en la Iglesia Virgen, nace, de su seno purísimo, el Dios Niño, Luz hecha Pan de Vida eterna, para iluminar las oscuras almas de los hombres que van al cielo!     



[1] Cfr. Liturgia Armenia, Oda para las fiestas de la Virgen.

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