lunes, 26 de mayo de 2014

Fiesta de Nuestra Señora de la Caridad o Visitación de la Virgen María


         ¿A qué se debe el nombre de "Nuestra Señora de la Caridad" o también "Nuestra Señora de la Visitación"? Se debe a una obra de misericordia que realiza la Virgen, al visitar a su prima, Santa Isabel, aunque, como veremos más adelante, además de la obra de misericordia o de caridad -que es lo que da origen a la advocación de "Nuestra Señora de la Caridad"-, hay un misterio profundo y sobrenatural escondido en la escena evangélica. 
          Para comprender el origen y el sentido espiritual de la advocación de "Nuestra Señora de la Caridad" o "Nuestra Señora de la Visitación", debemos entonces leer el pasaje de Lucas en el que la Virgen María, que está encinta por obra y gracia del Espíritu Santo, visita a su prima Santa Isabel, ya anciana y encinta también, para asistirla en su parto y analizar tanto el contexto de la situación, como la reacción de las personas que intervienen en la escena evangélica (Lc 1, 39-56). 
          Según el relato evangélico, para lograr su propósito, la Virgen ha realizado un largo y peligroso viaje, habida cuenta las distancias y que en ese tiempo, los medios de transporte eran precarios y los caminos de montaña prácticamente inexistentes, a lo cual se le debían sumar los peligros inherentes de todo viaje, como los asaltantes y las bestias salvajes. El riesgo aumentaba aun más si se tiene en cuenta que la Virgen viajaba solo acompañada por San José y que Ella misma era una mujer joven y encinta; es decir, se trataba de una persona sumamente frágil y con pocos recursos frente a los numerosos peligros. Pero la Virgen sabía que su prima, Santa Isabel, necesitaba de su ayuda, porque era una mujer anciana y era, como Ella, primeriza, y como en muchas otras ocasiones, sin pensar en sí misma, decide dejar la comodidad y tranquilidad de su hogar, para acudir en auxilio de su pariente y es así como emprende este largo y peligroso viaje, movida por el Amor y solo por el Amor y por ningún motor. Este es el origen del nombre de “Nuestra Señora de la Caridad”, porque la Caridad es el Amor de Dios, un Amor no humano, sino celestial, sobrenatural, espiritual, que trasciende infinitamente los límites y las estrecheces del amor humano. Se llama también “Nuestra Señora de la Visitación”, porque es justamente una “Visita” lo que hace la Virgen a Santa Isabel.
         Sin embargo, cuando el Evangelista describe la escena, en el momento de la llegada de la Virgen, nos encontramos con algo que nos llama poderosamente la atención: no hay nada, absolutamente nada, que refleje lo que acabamos de decir, aunque se trate de este hecho, porque el Evangelista describe una reacción, por parte de los protagonistas de la escena –incluidos los niños que están en los vientres maternos de sus respectivas madres-, que no tiene una explicación humana.
         Veamos qué es lo que describe el Evangelista Lucas acerca de las reacciones de los protagonistas ante la llegada y el saludo de la Virgen a Isabel al llegar a la casa de Zacarías: Isabel exclama: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!” –la Iglesia toma este saludo para elaborar la primera parte de la salutación mariana más famosa, el Avemaría-; luego llama a la Virgen: “Madre de mi Señor”, y describe el movimiento de su niño en su vientre materno, Juan el Bautista, como “salto de alegría”; Juan el Bautista, a su vez, ante la Visita de la Virgen y al escuchar su saludo, pese a su estado de nonato y, obviamente, pese a no ver nada, “salta de alegría” en el vientre materno de Santa Isabel. La tercera reacción inexplicable humanamente es la de la Virgen: en vez de responder al saludo de Santa Isabel con un saludo de cortesía, como corresponde entre los seres humanos, y mucho más entre parientes, y entre parientes que se aman y que no se ven desde hace tiempo, y mucho más como es el caso este, en el que Santa Isabel la ha alagado con un título más grande que el de la nobleza, porque la ha llamado “Madre de mi Señor”, lo cual equivale a decir “Madre de Dios”, la Virgen, en vez de responder con un saludo humano, entona un cántico de alabanzas a Dios, llamado “Magnificat”, porque enumera las “maravillas” que Dios ha obrado en Ella, desde su Inmaculada Concepción, a favor de toda la humanidad.
         Los interrogantes que se plantean son muchos y no tienen explicación humana: ¿por qué Santa Isabel da ese título a la Virgen, llamándola “Madre de mi Señor”, es decir, “Madre de Dios”? ¿Por qué la llama “Bendita entre todas las mujeres” y al fruto de su vientre le llama “Bendito el fruto de tu vientre?
         ¿Por qué Juan el Bautista “salta de alegría” en el vientre de su madre, Santa Isabel, lo cual es inexplicable humanamente, porque él no conocía ni a su tía, la Virgen, ni a su primo, Jesús? ¿Cómo podía “saltar de alegría” si ni siquiera los conocía?
         La tercera reacción inexplicable, humanamente hablando, es la de la Virgen: ¿por qué la Virgen no responde con cortesía humana al título de honor dado por Santa Isabel y en vez de eso entona el “Magnificat”?
         La respuesta no está en la razón humana, sino en el versículo 40, cuando dice: “Isabel, llena del Espíritu Santo…”, porque es el Espíritu Santo el que guía y mueve a todos los protagonistas de la escena evangélica, iluminando sus mentes y alegrando sus corazones; es la Presencia del Espíritu Santo, lo que explica las reacciones de los protagonistas de la escena de Nuestra Señora de la Caridad o la Visitación de la Virgen María.
         Es el Espíritu Santo el que ilumina la mente de Santa Isabel y le comprender que la Virgen no simplemente su pariente, su prima, sino que es ante todo, la “Madre de su Señor”, la “Madre de Dios”, y que por eso es “Bendita entre todas las mujeres” y es el Espíritu Santo el que le hace comprender que el Niño que lleva en su vientre no es un niño más entre tantos, sino el Niño Dios, Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, y por eso el “fruto de su vientre es bendito”, y así el Espíritu Santo le alegra el corazón a Santa Isabel, porque le hace ver que está en presencia de la Madre de Dios y del Hijo de Dios, Jesucristo.
         Es el Espíritu Santo el que ilumina la mente de Juan el Bautista, nonato en el vientre de Santa Isabel, y le hace saber que la que saluda a su madre es la Virgen, la Madre de Dios, que trae en su seno virginal al Cordero de Dios, al cual Él tiene que anunciar y por el cual Él tiene que dar su vida, y por esto es el Espíritu Santo el que le alegra el corazón y lo hace saltar de alegría en el seno materno de Santa Isabel.
         Es el Espíritu Santo el que ilumina a la Virgen María y ahora le recuerda todas las maravillas que obró en Ella desde su Inmaculada Concepción, concebiéndola en gracia e inhabitándola desde el primer instante de su Concepción, para que fuera el Sagrario Viviente y la Custodia Virginal del Hijo de Dios en su Encarnación, para que llevara en sus entrañas Purísimas al Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Verbo de Dios al encarnarse, para que el Hijo de Dios tuviera un seno virginal y purísimo en los nueve meses de gestación que habría de pasar en el seno materno desde su Encarnación hasta el momento de su alumbramiento milagroso, para poder cumplir el designio de salvación de la Trinidad de entregar su Cuerpo para la salvación de los hombres, como Pan de Vida eterna, en la Cruz y en la Eucaristía.
         Nuestra Señora de la Caridad, entonces, nos enseña a ser caritativos y misericordiosos para con el prójimo más necesitado, pero también nos enseña a misionar, a llevar a Jesús a los demás, a visitar a los demás llevándola a Ella, a su imagen, de casa en casa, porque con Ella va siempre su Hijo Jesús y con Jesús, va siempre el Espíritu Santo. Nuestra Señora de la Caridad es modelo de caridad, es decir, de amor misericordioso hacia el más necesitado, y es modelo de misión, de transmisión y de comunicación de la Palabra de Dios.

         La imagen de Nuestra Señora de la Caridad y su Visitación y el mensaje que nos transmite, no se explican con la sola razón humana, sino por la Presencia del Amor de Dios, el Espíritu Santo.

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